sábado, agosto 19, 2006

De periodista a viajero clandestino en una estación

Los comienzos son lo más difícil. Eso es lo que me repito a modo de consuelo cuando tengo que escribir alguna noticia para la radio en la que trabajo y el titular parece atragantarse seguido del subtítulo y la primera frase. Todo sería más sencillo si no existieran los comienzos. “Buenas tardes, aquí el artículo 572 de esta semana. Disfrútenlo”.

Reconozco que la culpa debe ser mía. Ya me dijeron mis maestros que el titular es lo último que se pone. Supongo que lo que pasa es que resulta difícil dejar lo mejor para el final. Desde pequeño he sido de esas personas que comían la aceituna rellena de tal manera que dejaban la anchoa para el final, algo que sin duda requería una cierta habilidad a la hora de acertar en los mordiscos. Si no lo han probado nunca debo recomendárselo. Las anchoas saben mucho mejor así.

Como explicaba, los comienzos son difíciles. Escribir aquí por vez primera no lo es menos. Me asaltan multitud de dudas. Ahí va la primera: ¿Quién es usted? Pero con eso poco resolveríamos. Mejor aún ¿por qué ha entrado aquí?. Y si ya entramos de lleno en el mar de preguntas: ¿le interesará esto que escribo?, ¿qué pensará tras leerlo?, ¿hasta qué punto tiene sentido?...

La creación de este blog ha sido rápida, fruto de la envidia sana que me dió una compañera del trabajo al hablarme de que escribía asiduamente uno relacionado con el fetichismo y los zapatos (que por supuesto recomiendo leer en este mismo portal).
Esa misma tarde me decidí a crear este espacio para poder contar algunas cosas que pasan en la vida de un joven periodista.

Así que a golpe de tecla aquí estamos y, como nunca fueron de mi agrado los comienzos, simplemente diré que aquí comienza este viaje. La próxima vez que nos leamos sobrarán presentaciones.

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