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Nueve y veinticinco de la noche del 10 de abril de 2008. Todo Madrid y algo más de media España ha debido dar un salto frente al televisor. Cosmin Contra recibe un balón en banda derecha, se va de tres alemanes y desde la frontal del área dispara a la portería defendida por el viejo Khan. Los años pesan para el portero y el balón besa la red con rabia contenida. El Getafe CF está cerca de las semifinales de Copa de la UEFA eliminando al gigante Bayern de Munich.
En ese momento salto del sillón con los brazos en alto, me abrazo con mi padre, también le doy una palmada en la espalda a mi hermano y en la calle se oye una garganta que mañana estará afónica. Es la grandeza del fútbol. La posibilidad remota que se da una vez cada un millón de que el pequeño venza al grande; de que los periódicos vuelvan a desempolvar el titular de "David contra Goliat"; de que soñar deje de ser algo exclusivo de unos pocos.
La noche empieza bien. Luego se volverá más triste. A dos minutos del final esa flor alemana, que no me atrevo a decir muy bien dónde la tienen clavada, ilumina al francés Ribery y, como ya hizo en el último mundial, nos vuelve a hundir las ilusiones en un momento. Prórroga. "Están cansados y no van a poder aguantar el ritmo". El Getafe marca dos goles casi consecutivos. Alegría, euforia, son los más grandes. No soy de Getafe pero olé sus... A cinco minutos del final vuelve a aparecer la fortuna alemana. Esta vez ilumina al arlequín Luca Toni que manda callar a las gradas del Coliseo.
Me he prometido una y mil veces que no voy a sufrir con el fútbol. Esta vez no he podido. ¡Lo del Getafe es muy grande! Para quitarse el sombrero y aplaudir. El fútbol es injusto en ocasiones pero tal vez esa imposibilidad de predecir un resultado haga su grandeza.
El Getafe también ha traído recuerdos de ese Rayo Vallecano, hoy perdido en la Segunda División B que hace años paseó por Europa, o de ese Deportivo Alavés que cayó frente al Liverpool haciendo historia.
El Bayern también los trae, nunca se cerrará la herida de aquella Copa de Europa perdida por el Atlético de Madrid aquel 15 de mayo del 74 en los últimos segundos.
La noche del 10 de abril de 2008 me fui a la cama con cierto malestar. No soy del Getafe pero tengo mucha simpatía por ese equipo y creo que sufrió uno de los peores castigos que el fútbol te puede devolver. Los días han ido pasando y las ideas han ido reposando. El Getafe puede hacer historia el próximo miércoles ganando al Valencia en la final de la Copa del Rey. Tal vez el fútbol se lo deba, aunque está visto que éste no entiende de deudas. Por ser injusto e impredecible, tal vez por eso hay que decir: ¡Qué grande es el fútbol!