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Son tantos los sonidos: el pitido en morse del gol de carrusel, el despertador del Hoy por Hoy, la voz acompasada de Iñaki Gabilondo, el último abrazo antes de acostarse de De la Morena, la antigua sintonía de A Vivir que son Dos Días... La SER tiene algo de especial. Algo más allá de un trabajo mal pagado, de un horario desagradecido o de unas ojeras ganadas a pulso.
Deben ser los cortavientos amarillos o la emoción de cuando se abre el micro y tienes que hablar. Tal vez es el famoso gusanillo que asoma por algún lado del estómago cuando enfilas el camino del estudio. Nada de lo que hayas hecho hasta el momento vale. Ahí es buena hasta la que habla del tiempo. Algunos hablan de modular la voz, otros de leer más despacio, acompasado, tono melódico y cantarín, entonación SER...
En definitiva, muchas sensaciones y detalles que contar del otro lado de la radio. Sin embargo, aunque ya tendremos tiempo de explayarnos, no quiero dejar de contar a modo de cierre una de las cosas que más me llamaron la atención de mi primera visita a la SER años atrás. En el estudio principal, al fondo, hay un pequeño escenario con un piano y una pancarta. Ahora pone en ella "un paso por delante". Hace años el lema me parecía más fresco para el visitante. Simplemente decía: Señores y señoras, la radio.
Encantado.
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